La Dominación Capitalista de la Vivienda y el Territorio
I - La planificación urbana como condicionamiento y falsa participación
El desarrollo del medio urbano es la educación capitalista del espacio.
Representa la elección de una cierta materialización de lo posible, excluyendo las demás.
Programa elemental de la oficina de urbanismo unitario.
Attila Kotanyi y Raoul Vaneigem, Internationale Situationniste 6, 1961
Representa la elección de una cierta materialización de lo posible, excluyendo las demás.
Programa elemental de la oficina de urbanismo unitario.
Attila Kotanyi y Raoul Vaneigem, Internationale Situationniste 6, 1961
El urbanismo es el arte de esconder el sufrimiento, una conjunción de disciplinas organizadas en torno al condicionamiento del sujeto, su atomización, su alienación impuesta y su propia autoalienación. Como disciplina académica obviamente ha ido evolucionando y han aparecido diversas corrientes, todas con una visión distinta de cómo gestionar el medio físico para la explotación laboral, el ocio alienado y todas las facetas de la vida bajo el capital, aunque ninguna que plantee realmente como destruir de raíz estas problemáticas.
La íntima relación que muchos de los movimientos urbanísticos (paisajismo, nuevo urbanismo, etc.) tienen con áreas como la criminalística, el marketing y la publicidad no hacen más que evidenciar la verdadera motivación de los urbanistas. Desde sus comienzos, como ser intelectual separado de sus pares, el urbanista intenta lograr la configuración óptima para la circulación de mercancías por el medio urbano y la mayor visibilidad del territorio para evitar que alguien intente apropiarse ilícitamente de estas.
Esta misma especialización, que se requiere como uno de los requisitos fundamentales para integrar tanto la casta privilegiada de los burócratas que delinean los planes urbanísticos como la de los académicos que poseen el conocimiento necesario para discernir superficialmente con esos criterios, tiene como correlato la marginación del proletariado no sólo de estas esferas de decisión o falso cuestionamiento, claro está, sino incluso en la construcción de una cosmovisión que encarne una propuesta alternativa, aunque sea sólo como posibilidad.
El ámbito electoral y parlamentario da a los explotados la falsa conciencia de participación en la modificación de su entorno. Presupuestos participativos, campañas municipales para la restauración y pintura de casas y demases artimañas son la forma en que la política coopta las inicitivas verdaderamente humanas de modificar el territorio para la satisfacción de las necesidades de la comunidad, redireccionándolas bajo la sombra del estado y los intereses económicos.
La íntima relación que muchos de los movimientos urbanísticos (paisajismo, nuevo urbanismo, etc.) tienen con áreas como la criminalística, el marketing y la publicidad no hacen más que evidenciar la verdadera motivación de los urbanistas. Desde sus comienzos, como ser intelectual separado de sus pares, el urbanista intenta lograr la configuración óptima para la circulación de mercancías por el medio urbano y la mayor visibilidad del territorio para evitar que alguien intente apropiarse ilícitamente de estas.
Esta misma especialización, que se requiere como uno de los requisitos fundamentales para integrar tanto la casta privilegiada de los burócratas que delinean los planes urbanísticos como la de los académicos que poseen el conocimiento necesario para discernir superficialmente con esos criterios, tiene como correlato la marginación del proletariado no sólo de estas esferas de decisión o falso cuestionamiento, claro está, sino incluso en la construcción de una cosmovisión que encarne una propuesta alternativa, aunque sea sólo como posibilidad.
El ámbito electoral y parlamentario da a los explotados la falsa conciencia de participación en la modificación de su entorno. Presupuestos participativos, campañas municipales para la restauración y pintura de casas y demases artimañas son la forma en que la política coopta las inicitivas verdaderamente humanas de modificar el territorio para la satisfacción de las necesidades de la comunidad, redireccionándolas bajo la sombra del estado y los intereses económicos.
II - Trabajo Asalariado
El saqueo más grande llevado a cabo por la explotación, el de más grandes consecuencias, es el robo del tiempo y el espacio. Estos dos robos están sustancialmente unidos. El capital roba nuestro tiempo obligándonos a trabajar y condicionando nuestras vidas, infectándola con relojes, compromisos, fechas tope, y así hasta el más ínfimo detalle. Robando nuestro tiempo impide que nos entendamos a nosotras mismas. Nos aliena. Sin nada de tiempo ni siquiera notaríamos el robo del espacio. Necesitamos tiempo para percibir la presencia del espacio.
El estudio de la economía urbana se lleva a cabo silenciosamente y todos formamos parte de esa dinámica, las relaciones sociales que seguimos reproduciendo se ven reflejadas en su totalidad en la forma de vivir que tenemos. El trabajo domina nuestra existencia, pensamos todo en función de él, queremos estar cerca de nuestros puestos de trabajo y esta realidad le hace las cosas aún más fáciles al capital. Ya sea en Nueva York en el 2009 o en Moscú en 1932, la principal motivación social de cómo entendemos el concepto de hogar y las funcionalidades que nos brinda está íntimamente ligada al rol dentro del sistema de producción que tenemos como trabajadores.
Cuando nuestra fuerza de trabajo flaquea temporalmente, ese dichoso momento al que los capitalistas han designado con el nombre de “enfermarse”, queremos estar cerca de los centros de especialización en la cura (mitigación sólo superficial de una dolencia física profunda y permanente). Cuando el mercado prescinde de nuestras capacidades productivas en determinado momento histórico, corremos a los templos de la intelectualidad para una reprogramación mental y disciplinaria en forma de título formativo; es decir, para que nos acepten de vuelta, esta vez como ingeniero, árbitro de fútbol o malabarista certificado.
Adoramos estar cerca de todo lo que nos incluye dentro de esta sociedad en la que reina la exclusión, nos hace sentir especiales, valorados, superiores a los demás, de esta manera tenemos menos tiempo para realizar un análisis verdaderamente radical de las muchas formas de opresión que tenemos a nuestro alrededor, que ¡oh casualidad!, al analizarlas con una lupa lo suficientemente potente, todas parecer germinar de una u otra manera en el maldito trabajo asalariado.
El estudio de la economía urbana se lleva a cabo silenciosamente y todos formamos parte de esa dinámica, las relaciones sociales que seguimos reproduciendo se ven reflejadas en su totalidad en la forma de vivir que tenemos. El trabajo domina nuestra existencia, pensamos todo en función de él, queremos estar cerca de nuestros puestos de trabajo y esta realidad le hace las cosas aún más fáciles al capital. Ya sea en Nueva York en el 2009 o en Moscú en 1932, la principal motivación social de cómo entendemos el concepto de hogar y las funcionalidades que nos brinda está íntimamente ligada al rol dentro del sistema de producción que tenemos como trabajadores.
Cuando nuestra fuerza de trabajo flaquea temporalmente, ese dichoso momento al que los capitalistas han designado con el nombre de “enfermarse”, queremos estar cerca de los centros de especialización en la cura (mitigación sólo superficial de una dolencia física profunda y permanente). Cuando el mercado prescinde de nuestras capacidades productivas en determinado momento histórico, corremos a los templos de la intelectualidad para una reprogramación mental y disciplinaria en forma de título formativo; es decir, para que nos acepten de vuelta, esta vez como ingeniero, árbitro de fútbol o malabarista certificado.
Adoramos estar cerca de todo lo que nos incluye dentro de esta sociedad en la que reina la exclusión, nos hace sentir especiales, valorados, superiores a los demás, de esta manera tenemos menos tiempo para realizar un análisis verdaderamente radical de las muchas formas de opresión que tenemos a nuestro alrededor, que ¡oh casualidad!, al analizarlas con una lupa lo suficientemente potente, todas parecer germinar de una u otra manera en el maldito trabajo asalariado.
III - Ocio Alienado
Luego de una jornada laboral el explotado tiene que consumir lo que produjo anteriormente para continuar valorizando al capital. Como contrapartida de la alienación sufrida durante el proceso de producción, el tiempo de ocio es en la sociedad moderna ocio alienado, esfera separada de la vida en el momento temporal en que se sucede. Destinamos mentalmente cierta cantidad de horas al esparcimiento para recuperarnos mentalmente del stress generalizado en que vivimos diariamente, sin poner en discusión o ni siquiera intentar imaginarnos que lo que hacemos y como nos relacionamos en esos momentos de ocio son una forma de legitimación de las relaciones sociales que todos y todas nos encargamos de reproducir.
Para el urbanismo esto produce un gozo indescriptible, la posibilidad de ofrecerles a todos esos proletarios hambrientos de ocio un marco espacial y temporal en donde puedan vaciar sus billeteras y condenar a sus hermanos que produjeron las mercancías que ellos van a utilizar para mitigar los efectos físicos y psicológicos provenientes de la alienación.
Para el capital no existe ni la noche ni el día, ni los árboles ni los animales, ni siquiera el entorno natural originario, el capital se apropia de todo y lo pone a disposición de quien quiera obtener un rédito en forma de ganancia de todo este proceso. Todo gira en torno al consumo, donde algunos intentan ver estrellas el burgués ve boliches bailables, restaurantes y alcoholización, cuando otros buscan pisar tierra y cesped, el capital construye un aeropuerto y una agencia de viajes, obligandolos tal vez a postergar el ocio para las dos semanas que el patrón les da para vacacionar, en un lugar diseñado urbanisticamente para contener olas y olas de explotados con ansias de mitigar los daños producidos por el trabajo de todo un año durante quince alienados días en un hotel con vista al mar.
Para el urbanismo esto produce un gozo indescriptible, la posibilidad de ofrecerles a todos esos proletarios hambrientos de ocio un marco espacial y temporal en donde puedan vaciar sus billeteras y condenar a sus hermanos que produjeron las mercancías que ellos van a utilizar para mitigar los efectos físicos y psicológicos provenientes de la alienación.
Para el capital no existe ni la noche ni el día, ni los árboles ni los animales, ni siquiera el entorno natural originario, el capital se apropia de todo y lo pone a disposición de quien quiera obtener un rédito en forma de ganancia de todo este proceso. Todo gira en torno al consumo, donde algunos intentan ver estrellas el burgués ve boliches bailables, restaurantes y alcoholización, cuando otros buscan pisar tierra y cesped, el capital construye un aeropuerto y una agencia de viajes, obligandolos tal vez a postergar el ocio para las dos semanas que el patrón les da para vacacionar, en un lugar diseñado urbanisticamente para contener olas y olas de explotados con ansias de mitigar los daños producidos por el trabajo de todo un año durante quince alienados días en un hotel con vista al mar.
IV - Espacios Verdes, tan verdes como el dinero
Para el sistema dominante ya no hay paisaje, ni naturaleza, ni calle para pasear sino rentabilidad del metro cuadrado; plusvalía del prestigio para el mantenimiento de un marco de verde, árboles o rocas. Ya sea construir una plaza en un barrio carenciado para que se conformen con la actual gestión de gobierno o valorizar los edificios de lujo cercanos al nuevo parque, la motivación no es obviamente nunca el deseo de la comunidad humana de estar en su medio original sino la de seguir dinamizando las relaciones sociales que impone el capital.
En cada parque y plaza podemos ver también una estatua, un héroe de la intelectualidad, alguien al cuál los proletarios admiren por su superación respecto de la suya, donde sus condiciones de vida les niegan la posibilidad de desarrollar su pensamiento. Puede ser también el de un gran general o político que se encargó de mantener la paz social en algún momento histórico, desde el parlamento o la retaguardia de una sangrienta represión. De cualquier modo la burguesía le hace un guiño simpático a sus heroes, atemorizando y condicionando inconscientemente de paso a los proletarios que pudieran tener en mente la idea de la destrucción de esta sociedad.
En cada parque y plaza podemos ver también una estatua, un héroe de la intelectualidad, alguien al cuál los proletarios admiren por su superación respecto de la suya, donde sus condiciones de vida les niegan la posibilidad de desarrollar su pensamiento. Puede ser también el de un gran general o político que se encargó de mantener la paz social en algún momento histórico, desde el parlamento o la retaguardia de una sangrienta represión. De cualquier modo la burguesía le hace un guiño simpático a sus heroes, atemorizando y condicionando inconscientemente de paso a los proletarios que pudieran tener en mente la idea de la destrucción de esta sociedad.
V - Urbanismo como forma de exclusión
La reagrupación jerarquizada de la población es un pilar del urbanismo, la optimización del consumo (optimización de la tasa de ganancia) como pilar del capital se ve reflejado en este punto. Cuando por todas las formas de condicionamiento psicológico y social no se puede excluir a cierto estrato inconveniente de una zona con una perspectiva de alta rentabilidad a futuro, el estado entra en juego aumentando los impuestos hasta el punto en que los indeseados no pueden subsistir más, excluyéndolos de su medio, sus posibilidades de trabajo, la educación de sus descendientes, etc.
Luego reurbanizar y quizás quién sabe, hasta los nuevos inquilinos tendrán que ser expulsados en unos años, el capital se caracteriza por no tenerle respeto a ningun ser vivo, solo a ese monstruo llamado dinero. Cuando todas estas herramientas se agotan ya sabemos lo que viene, palos, gases y cárcel, reservados con placer por las fuerzas represivas para aquellos que osen interponerse en el camino de muerte de la dominación capitalista del territorio.
Luego reurbanizar y quizás quién sabe, hasta los nuevos inquilinos tendrán que ser expulsados en unos años, el capital se caracteriza por no tenerle respeto a ningun ser vivo, solo a ese monstruo llamado dinero. Cuando todas estas herramientas se agotan ya sabemos lo que viene, palos, gases y cárcel, reservados con placer por las fuerzas represivas para aquellos que osen interponerse en el camino de muerte de la dominación capitalista del territorio.
VI - Urbanismo como dominación sobre los explotados
El poder ya no intenta ni siquiera disimular el hecho de que la ordenación del territorio está principal y directamente concebida en función de una próxima guerra civil, las carreteras están reforzadas en previsión del paso de los tanques; las torres y los conjuntos recientemente construidos abrigan unas cámaras que transmiten a la jefatura de policía, a lo largo de veinticuatro horas del día, una visión panorámica de las calles; en los edificios modernos, están previstas unas "cámaras de tiro" para uso de los tiradores de élite de la policía.
Expulsiones y reagrupaciones jerarquizadas de la población, rastreos policiales de los barrios populares, difusión constante por los medios masivos de comunicación de la condición de inseguridad reinante en la urbe, la gente en sus casas encerrada y ultraatomizada, en las calles sólo las fuerzas del orden y los delincuentes, librando la guerra de la democracia, la del bien sobre el mal, el falso conflicto que intenta tapar la verdadera lucha de clases.
Expulsiones y reagrupaciones jerarquizadas de la población, rastreos policiales de los barrios populares, difusión constante por los medios masivos de comunicación de la condición de inseguridad reinante en la urbe, la gente en sus casas encerrada y ultraatomizada, en las calles sólo las fuerzas del orden y los delincuentes, librando la guerra de la democracia, la del bien sobre el mal, el falso conflicto que intenta tapar la verdadera lucha de clases.
VII - ¿Catástrofe natural? ¡Catástrofe del capital!
Durante el verano de 1999 la corteza terrestre cruje una vez más en los Balcanes; en Turquía, los terremotos ocasionan la muerte de 50.000 proletarios. ¿Fatalidad? NO, la responsabilidad de este drama, como siempre, no la tiene la vieja y sana tierra que nos sustenta sino que le corresponde exclusivamente a la organización social asesina que rige y organiza a los hombres en su superficie: el capitalismo.
En 45 segundos la hecatombe resulta imponente. Habitaciones de 7 a 8 pisos quedan reducidas a una montaña de escombros inferior a los 3 metros de altura, las placas de cemento se apilan como milhojas sin dejar un sólo espacio de vida entre ellas. Desesperada la gente salta de sus balcones para escapar a la muerte... que les espera en el pavimento. Los heridos agonizan sin ninguna asistencia que los ayude a salir de ese montón de ruinas. La refinería de Izmit escupe llamas e inunda sus alrededores con una nube tóxica. Como los auxilios continúan brillando por su ausencia y no se dispone de ninguna maquinaria adecuada, la población lucha, en la mayoría de los casos infructuosamente, por extraer a los sobrevivientes con sus propias manos. El Ejército turco, que desde hace más de 75 años, es presentado como el garante del Estado providencial y laico, permanece confinado en sus cuarteles y sólo interviene dos días más tarde. Se encontraba ocupado en enterrar a los pocosmilitares víctimas del sismo. Observemos, al pasar, que los edificios militares resistieron mucho mejor que las habitaciones obreras. La base de la NASA, instalada en esa región, ni siquiera se movió.
Cincuenta mil muertos, condiciones de rescate vergonzosas, desprecio evidente de los gobernantes... y poca, muy poca reacción proletaria. Apenas serán perseguidos unos pocos promotores inmobiliarios que la burguesía utiliza como chivos expiatorios. Una semana después del sismo, los equipos internacionales de rescate y las cámaras vuelven a sus países mientras que la burguesía en Turquía anuncia, muy discretamente, la fase número 2 de su plan de restablecimiento del orden: la limpieza. Los escombros son evacuados con bulldozers, para así despejar el terreno que servirá para realizar nuevas construcciones que permitirán la realización de nuevos beneficios. Algunos empresarios inmobiliarios irán más lejos todavía: hacen arrojar los escombros en las orillas del mar con el propósito de ganarle al mar futuros terrenos de construcción. Desde entonces, los alquileres alcanzan cifras astronómicas, algunos llegan a un mes de salario completo. Llegará el invierno con una gran parte de los damnificados sobreviviendo en parques, en carpas...; cuando llegan las primeras lluvias, dada la insuficiencia de carpas o la malísima calidad de las mismas, esos proletarios vivirán en el barro, en el agua.
Desde entonces, los medios de comunicación paran de criticar al gobierno y al ejército y todo el mundo se remanga la camisa para "reconstruir el país siniestrado". Los únicos responsables de esa decena de miles de muertos y de heridos, y ni hablar de las centenas de miles de desalojados, traumatizados, desposeídos, fueron finalmente encontrados por la policía: un puñado de empresarios constructores de esos edificios-cementerio son acusados. El espectáculo del proceso se anuncia como un gran momento de desahogo popular. Estos empresarios, tal vez, purgarán parte de su pena para permitir que el sistema en su conjunto continúe amontonando proletarios en edificios peligrosos.
El capital encuentra siempre algunos defensores y/o gestionarios que nos dirán que él no es responsable de las catástrofes, que ellas son naturales, o que "Dios las envió"... pero ¿al proletariado le basta con creerse en los dogmas del capital para salvarse? ¿Son una cuestión de creencia esos cadáveres, bien temporales, que provocan todas esas catástrofes naturales?
El capital es una catástrofe permanente para la humanidad, pero su sociedad de trabajo y de sumisión es transitoria. A todos los niveles de organización de esta sociedad, el beneficio se define como el objetivo de la actividad humana. Cada instante de la subvida mercantil, nos muestra, que el capital ya ha vivido demasiado y que al mismo tiempo ha concentrado en el seno de los explotados toda la inhumanidad de su sistema, ha concentrado también su propia negación revolucionaria, el proletariado, una negación violenta, que al afirmarse como clase afirma igualmente la negación de todas las clases y se prepara para engendrar otra organización de la producción y de la reproducción de la vida, dirigida hacia la satisfacción de las necesidades humanas.
En 45 segundos la hecatombe resulta imponente. Habitaciones de 7 a 8 pisos quedan reducidas a una montaña de escombros inferior a los 3 metros de altura, las placas de cemento se apilan como milhojas sin dejar un sólo espacio de vida entre ellas. Desesperada la gente salta de sus balcones para escapar a la muerte... que les espera en el pavimento. Los heridos agonizan sin ninguna asistencia que los ayude a salir de ese montón de ruinas. La refinería de Izmit escupe llamas e inunda sus alrededores con una nube tóxica. Como los auxilios continúan brillando por su ausencia y no se dispone de ninguna maquinaria adecuada, la población lucha, en la mayoría de los casos infructuosamente, por extraer a los sobrevivientes con sus propias manos. El Ejército turco, que desde hace más de 75 años, es presentado como el garante del Estado providencial y laico, permanece confinado en sus cuarteles y sólo interviene dos días más tarde. Se encontraba ocupado en enterrar a los pocosmilitares víctimas del sismo. Observemos, al pasar, que los edificios militares resistieron mucho mejor que las habitaciones obreras. La base de la NASA, instalada en esa región, ni siquiera se movió.
Cincuenta mil muertos, condiciones de rescate vergonzosas, desprecio evidente de los gobernantes... y poca, muy poca reacción proletaria. Apenas serán perseguidos unos pocos promotores inmobiliarios que la burguesía utiliza como chivos expiatorios. Una semana después del sismo, los equipos internacionales de rescate y las cámaras vuelven a sus países mientras que la burguesía en Turquía anuncia, muy discretamente, la fase número 2 de su plan de restablecimiento del orden: la limpieza. Los escombros son evacuados con bulldozers, para así despejar el terreno que servirá para realizar nuevas construcciones que permitirán la realización de nuevos beneficios. Algunos empresarios inmobiliarios irán más lejos todavía: hacen arrojar los escombros en las orillas del mar con el propósito de ganarle al mar futuros terrenos de construcción. Desde entonces, los alquileres alcanzan cifras astronómicas, algunos llegan a un mes de salario completo. Llegará el invierno con una gran parte de los damnificados sobreviviendo en parques, en carpas...; cuando llegan las primeras lluvias, dada la insuficiencia de carpas o la malísima calidad de las mismas, esos proletarios vivirán en el barro, en el agua.
Desde entonces, los medios de comunicación paran de criticar al gobierno y al ejército y todo el mundo se remanga la camisa para "reconstruir el país siniestrado". Los únicos responsables de esa decena de miles de muertos y de heridos, y ni hablar de las centenas de miles de desalojados, traumatizados, desposeídos, fueron finalmente encontrados por la policía: un puñado de empresarios constructores de esos edificios-cementerio son acusados. El espectáculo del proceso se anuncia como un gran momento de desahogo popular. Estos empresarios, tal vez, purgarán parte de su pena para permitir que el sistema en su conjunto continúe amontonando proletarios en edificios peligrosos.
El capital encuentra siempre algunos defensores y/o gestionarios que nos dirán que él no es responsable de las catástrofes, que ellas son naturales, o que "Dios las envió"... pero ¿al proletariado le basta con creerse en los dogmas del capital para salvarse? ¿Son una cuestión de creencia esos cadáveres, bien temporales, que provocan todas esas catástrofes naturales?
El capital es una catástrofe permanente para la humanidad, pero su sociedad de trabajo y de sumisión es transitoria. A todos los niveles de organización de esta sociedad, el beneficio se define como el objetivo de la actividad humana. Cada instante de la subvida mercantil, nos muestra, que el capital ya ha vivido demasiado y que al mismo tiempo ha concentrado en el seno de los explotados toda la inhumanidad de su sistema, ha concentrado también su propia negación revolucionaria, el proletariado, una negación violenta, que al afirmarse como clase afirma igualmente la negación de todas las clases y se prepara para engendrar otra organización de la producción y de la reproducción de la vida, dirigida hacia la satisfacción de las necesidades humanas.
Recomendamos y Extrajimos de:
nodo50.org/albesos/2n.php?sec=articulos&id=46&t=insurreccionalismo
gci-icg.org/spanish/comunismo45.htm#subrayamos_turquia
sindominio.net/ash/salvaje.htm
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