17 may 2007

Ningún amo podrá quitarnos la posibilidad del rechazo

La vida no puede ser sólo algo de lo cual aferrarse. Es un pensamiento que florece en todas partes, por lo menos una vez. Tenemos una posibilidad que nos hace más libres que los dioses: la de irnos. Es una idea para saborear hasta el fondo. Nada ni nadie nos obliga a vivir. Ni siquiera la muerte. Por eso nuestra vida es una tabula rasa, una tablita que todavía no ha sido escrita y que entonces contiene todas las palabras posibles. Con una libertad similar no podemos vivir como esclavos. La esclavitud está hecha para quien está condenado a vivir, para el que está destinado a la eternidad, no para nosotros. Para nosotros está lo desconocido.
Lo desconocido de ambientes en los cuales perderse, de pensamientos jamás recorridos, de garantías que saltan por el aire, de perfectos desconocidos a quienes regalar la vida. Lo desconocido de un mundo al cual poder donarle los excesos del amor de sí. El riesgo, también. El riesgo de la brutalidad y del miedo. El riesgo de verlo finalmente a la cara, el mal de vivir. Todo esto encuentra quien quiere terminar con el oficio de existir.
Nuestros contemporáneos parecen vivir de oficio. Se enloquecen abarrotados por miles de obligaciones, incluida la más triste -la de divertirse-. Enmascaran la incapacidad de determinar la propia vida con detalladas y frenéticas actividades, con una velocidad que administra comportamientos cada vez más pasivos. No conocen la ligereza de lo negativo.
Podemos no vivir, he aquí la más bella razón para abrirse paso con fiereza hacia la vida. "Para dar las buenas noches a los músicos siempre hay tiempo; lo mismo vale darse vuelta y jugar" -así habla al materialismo de la alegría-.
Podemos no hacer, he aquí la más bella razón para actuar. Recogemos en nosotros mismos la potencia de todos los actos de los que somos capaces, y ningún amo podrá quitarnos la posibilidad del rechazo. Aquello que somos y que deseamos comienza con un no. De allí nacen las únicas razones para levantarse a la mañana. De allí nacen las únicas razones para ir a asaltar un orden que nos sofoca.
Por un lado está lo existente, con sus costumbres y sus certezas. Y de certezas, este veneno social, se muere.
Por el otro lado está la insurrección, lo desconocido que interrumpe en la vida de todos. El posible inicio de una practica exagerada de la libertad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Irse. Que se quede solo. Ni siquiera decirle porqué me voy.
A veces meterse en un lugar, en una persona, incluirse en algo es aceptar sin saber. Uno puede crear su propio espacio para salirse de ese lugar. Encontrando las limitaciones que nos ponen para construir ese espacio es como podemos salirnos. Soy yo creando mis cosas, "mis ladrillos" como me salgo, no eligiendo y descartando entre las cosas que me dan para construirlo, porque eso seria aceptarlo de la forma más "tolerante".

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