31 may 2007

Supervivencia

¿Te ha sucedido sentir fuera del lugar de trabajo la misma repugnancia y el mismo cansancio que sentís cuando estás en el?
Esto sucede ya que está en todas partes. Es la mañana, el tren, el coche, el paisaje destruído, la máquina, los jefes, la casa, los diarios, la familia, el sindicato, la calle, las compras, las imágenes, la paga, la televisión, el lenguaje, las vacaciones, la escuela, los trabajos caseros, el aburrimiento, la cárcel, el hospital, la noche. Es el tiempo y el espacio de la supervivencia cotidiana. Es la costumbre de los gestos repetidos, de las pasiones rechazadas y vividas por delegación, por imágenes interpuestas.
Toda actividad reducida a la supervivencia es un trabajo forzado; todo trabajo forzado transforma el producto y el productor en objeto de supervivencia, en mercancía.
La mercancía es el corazón de un mundo sin corazón; es la fuerza y la debilidad del poder jerarquizado, del Estado y de su burocracia. La libertad y la felicidad individuales de todos no sólo exigen que se le asesten golpes sino fundamentalmente su aniquilación definitiva y total.
El rechazo del trabajo corre paralelo con el rechazo de la mercancía. Tiene todas las posibilidades de extenderse al rechazo de todos los roles, de todos los comportamientos que nos llevan a actuar no en función de nuestros deseos y nuestras pasiones sino en función de imágenes, buenas o malas, que nos son impuestas y que son la mentira a través de la cual se presenta la mercancía. Calculá lo que queda de vos cuando acumulas durante el día los roles de padre de familia, de esposo, de obrero, de automovilista, de militante, de telespectador, de consumidor...


[Extraído y adaptado del "Archivo Situacionista hispano: de la huelga salvaje a la autogestión generalizada". Texto completo en http://sindominio.net/ash/ash.htm]

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